Este año de la familia, que la Diócesis tiene como prioridad, algunos matrimonios, en memoria de los primeros Apóstoles, vivieron el gesto del Lavatorio de pies entre esposos durante la Eucaristía con la que recordamos la Cena del Señor. El Obispo Eduardo Cervantes Merino recordó que la Iglesia empieza en la familia, ahí también comienza la comunidad de los discípulos de Cristo, pues en ella aprendemos a conocer a Jesús, aprendemos que Dios es Padre, que María nos acompaña y que hay un solo Dios verdadero; es en la familia donde aprendemos a amar, a respetar, a servir, a perdonar.


Si tenemos una sociedad violenta, abusiva, indiferente al que sufre tenemos que revisar cómo anda nuestra familia. Revisemos las familias cristianas que construyen una sociedad que caminan en el proyecto que Jesús quiso para nosotros. “Señor, ayúdanos a animar a la comunidad cristiana que surge y se construye en la familia, en el amor de los esposos, en la escucha, en el perdón, en la oración. Sirvamos a la familia, sirvamos en la familia, sirvamos para la familia”.


Resaltó también que la Eucaristía es el deseo de los que creemos en Jesús, de vernos como hermanos; es nuestra vocación, es el llamado a vivir como hermanos, no solo de palabra sino con hechos. El Señor nos deja la Eucaristía y construye la comunidad, se hace nuestro alimento en el Pan Eucarístico, pero también se hace alimento y se hace presente para el mundo en el servicio, en el amor, en las cosas buenas que podamos hacer por los demás.


Al término de la celebración hizo una procesión con el Santísimo Sacramento (la Reserva Eucarística por el atrio de la catedral, acompañado por los monaguillos y los representantes de los Apóstoles, para finalmente exponerlo a la Adoración de los fieles hasta la media noche.