Monseñor Eduardo Cervantes Merino, al presidir la Eucaristía con motivo del Día de la Vida Consagrada, animó a religiosas de las diferentes comunidades que tienen presencia en la Diócesis a que sigan perseverando y oró porque Dios conceda muchas más vocaciones a pesar de la pandemia y las distracciones del mundo actual.
En una sencilla celebración en la que participó solo una representación de algunas comunidades religiosas y la mayoría de manera virtual, resaltó que la vida consagrada tiene el signo hermoso de la alegría, del gozo y como parte de la Iglesia universal y, sobre todo en la diocesana, debe tener la actitud de encuentro, de dialogo y discernir juntas lo que el Espíritu del Señor les pide.
Las animó a cumplir su apostolado, la espiritualidad de su congregación y juntas digan al Señor: “renuevo mis votos y el gozo de decirte aquí estoy. Concédenos, con nuestras luces y sombras poder ser alegría para los demás, que esperan de muchas maneras el encuentro contigo, Dios verdadero”.
Oró para que, a pesar de las diferentes situaciones, que a veces parecen impedir vivir la consagración y el testimonio, nada las derribe, y tomadas de la mano del Señor y de los valores del Evangelio sigan franqueando las dificultades que presenta la pandemia por Covid-19 y la sociedad líquida.