El domingo 7, como cada primer domingo de mes es Día de la Caridad y Monseñor Eduardo Cervantes Merino agradeció y motivó la participación de todas las personas de buen corazón, pues con su aportación económica y en especie, Casa de la Misericordia ha podido compartir la comida.
Bendijo al equipo de pastoral diocesano y los trabajos que realizan en ese espacio, que se sostiene por la caridad de todos.
Algunas personas, reconoció, no tienen dónde comer y Casa de la Misericordia no ha dejado de compartir los alimentos con ellos. “Ese es un gesto que no es por nosotros, es por la gracia de Dios. Son cosas ordinarias que no se resaltan mucho, como es lo ordinario de nuestros médicos, enfermeras y los servicios que hacen en la sociedad”, dijo.
Pero también es bueno que encomendemos a Dios esos servicios y a estos hermanos que trabajan con la salud, así como a todos los que colaboran de diferentes maneras para el sostenimiento de Casa de la Misericordia, que realmente es un signo de fraternidad.
Señaló que tal vez no se soluciona el problema de hambre de todos, pero sí es un signo que se comparte y permite que muchas personas tengan algo en su estómago, gracias a la colaboración de todos.
Casa de la Misericordia, además del servicio de comedor, presta servicios de asesoría jurídica, psicológica y servicio médico.